Valery Gergiev dirigiendo y mirando a cámaraHe dejado pasar una semana para que se me quitara la acidez en el alma. No quería escribir estas líneas ‘en caliente’ ya que el enfado me radicaliza. Y voluntariamente decidí hace mucho evitar lo radical en mi vida.

Lo que vengo a denunciar ahora es solo ‘lluvia sobre mojado’. Es algo que viene ocurriendo durante siglos y en todo el mundo. Pero no por ello no deja de ponerme enfermo cada vez que pasa.

El fin de semana pasado, como ya advertía en un artículo, la Orquesta del Teatro Mariinsky, bajo la batuta del afamado maestro Valery Gergiev y la intervención del virtuoso clarinetista Cristo Barrios, estrenó el Concierto para clarinete nº 2 de Nino Díaz, obra comisionada por el propio Festival de Música de Canarias. Así que se trataba de un estreno absoluto que yo vaticiné como un concierto que promete ser memorable para la historia de la música en Canarias.

La política del Festival de encargar obras a creadores canarios no puedo si no aplaudirla con manos y pies. Las razones son tan obvias que sobra mencionarlas ya que quiero centrarme en otro asunto y en todo caso solo voy a decir “más, por favor”.

Tampoco quiero dedicar tiempo aquí al magnífico trabajo desarrollado por los compositores canarios que hasta la fecha han estrenado obra en el Festival.

Lo que quiero tratar aquí es el asunto de la falta de profesionalidad, seriedad y rigor que, casi de forma sistemática, demuestran las orquestas, directores e incluso a veces los propios solistas, en los estrenos.

Valga como ejemplo el caso del Concierto para violín en re mayor op. 61 de Ludwig van Beethoven estrenada el 23 de diciembre de 1806 en el Theater an der Wien de Viena que ‘ejecutó’ (en sentido estricto) su amigo y famoso violinista de la época, Franz Clement.

Clement, tal vez en un exceso de confianza o como venganza por recibir la partitura un poco tarde, no estudió la obra y la repentizó. La interpretó a primera vista, sin estudiar. Y no solo esto. Además se permitió el lujo de intercalar una obra suya entre el primer y segundo movimiento del Concierto. Se trataba de una obra de virtuosismo circense que se interpretaba sobre una sola cuerda y con el violín al revés, al más puro estilo Jimi Hendrix. La obra de Beethoven fue un fracaso y no se recuperó hasta 17 años después de su muerte.

Aunque esto le pasara al mismísimo ‘genio de Bonn’, creo que ya ha pasado suficiente número de veces en la historia de la música como para que no vuelva a ocurrir jamás.

Pero ocurrió el fin de semana pasado otra vez. Y ocurrió con la Orquesta del Teatro Mariinsky y su director Valery Gergiev. Tocaron a primera vista, sin haber estudiado la partitura y sin haber ensayado. Bueno, yo entiendo que esa es la razón, porque si realmente la trabajaron entonces estaríamos ante un caso más grave. Pero no lo parece ya que interpretaron sin problemas a su compatriota en la segunda parte. Así que su calidad, cuando estudian, está demostrada.

El que algunos músicos se quedaran mirando la partitura sin tocar su parte con cara de ‘ños, que difícil es este pasaje’ (traducción libre al canario), y que el director decidiera interpretar el vivace final como si de una marcha fúnebre se tratara, solo podía significar que estos presuntos profesionales con sueldos astronómicos faltaron al respeto al compositor, al solista -que sí se había estudiado la partitura y muy bien-, al Festival, y al público que pagó su entrada para escuchar lo que estaba escrito y no lo que pudieron resolver sobre la marcha.

A pesar del descalabro se ha de resaltar la auténtica sangre fría y profesionalidad del solista Cristo Barrios, que tantos merecidos elogios obtuvo por su trabajo (hasta de la propia orquesta y del director, según parece), y la generosidad y amabilidad del compositor Nino Díaz que incluso en su encuentro con los compositores y alumnos del Conservatorio Superior de Música de Canarias pasó de puntillas y con elegancia sobre la cuestión.

Puesto en contacto con Candelaria Rodríguez, directora del Festival, confirmó algo que es vox populi; las orquestas, en general, se niegan a estrenar obras y cuando lo hacen, lo hacen de muy mala gana… ¡Como si no cobraran por ello! Así que no es de extrañar el considerable enfado que tenía Candelaria ante semejante atropello y la bronca que echó a los responsables.

En honor a la verdad hay que decir que esto no ha ocurrido siempre. Contaba Daniel Roca en el mencionado encuentro en el CSMC, que en su caso tanto Víctor Pablo como la OST trabajaron conjuntamente su obra ‘Artefactum 33’ con los ensayos pertinentes.

Dicho esto, y mirando al futuro en busca de posibles soluciones, tal vez se debía plantear la cuestión de si los estrenos deberían afrontarlos nuestras orquestas para garantizar que se montan de forma óptima. Entiendo y alabo el esfuerzo del Festival para que otras orquestas estrenen obras de canarios propiciando así la proyección exterior de nuestro patrimonio cultural y la internacionalización de nuestros creadores. Pero o se busca un sistema efectivo de presión que haga que las orquestas foráneas ‘cumplan el contrato como es debido’ o mejor será que todo quede en casa. Y mucho más en estos tiempos que corren.

El propio Daniel Roca afirmaba que es preferible que una orquesta de alumnos del conservatorio estrene una obra bien ensayada a que la mejor orquesta del mundo la repentice.